Internet y sus consecuencias.
Internet es un mundo real, no imaginario.
Miguel Carbonell.
Muchas personas,
millones de ellas, escriben y publican cosas en internet pensando que se trata
de una especie de acto de ciencia ficción, que en ningún caso puede tener efectos
en el mundo real.
Abundan los
adolescentes que, sin mayor reflexión, suben a las redes sociales comentarios
subidos de tono, fotos de sus fiestas (muchas veces en estado francamente
inconveniente) o informaciones relativas a su más estricta intimidad. Y lo
mismo puede decirse de muchos adultos, a los que el simple paso del tiempo no
les ha generado ningún tipo de madurez emocional o sentido de la vergüenza. Tal
parece que hay personas que usan las redes sociales como una especie de
consulta psicológica, en la que se pueden depositar ansiedades, frustraciones y
deseos sin que haya ningún tipo de consecuencia.
Ven a estudiar con los mejores.
Lo cierto es que cada
vez resulta más evidente que el mundo digital y el mundo real no pueden
separarse. Lo que hagamos en nuestros perfiles de redes sociales va a terminar
repercutiendo (para bien o para mal) en el mundo real. No hay separación
posible entre esos dos ámbitos de la vida.
Desde las páginas
de The New York Times el prestigioso profesor de derecho
constitucional, Jeffrey Rosen, advertía ya desde el 2010 de las funestas
consecuencias que pueden tener algunos comentarios subidos a Facebook.
Una chica
estadounidense de 16 años posteó en Facebook que estaba “totalmente aburrida”
en su trabajo y la empresa simplemente la despidió; resulta que, de una u otra
manera, el comentario llegó hasta el conocimiento de su jefe, quien juzgó que
era una pésima publicidad para su empresa y que no podían permitirse ese tipo
de “desahogos” por parte de los empleados.
Una profesora de
preparatoria, Stacy Snider, subió a MySpace una foto suya disfrazada de pirata
y sosteniendo en una mano una taza de plástico, mientras esbozaba una sonrisa
equívoca. Tituló a su foto así: “Drunken pirate” (Pirata borracho). Esa foto
fue el motivo por el que no le permitieron seguir dando clase en la Conestoga
Valley High School, tal como lo reportaba The Washington Post el 3
de diciembre de 2008. Snider recurrió ante los tribunales, los que le negaron
la razón con el argumento de que esa foto no estaba amparada por la libertad de
expresión que protege la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados
Unidos.
Si quieres darle
clase a muchachos de preparatoria (venían a decir los jueces) debes transmitir
una conducta ejemplar; si te tomas fotos en las que parece que estás borracho y
lo divulgas en las redes sociales, la escuela que te contrata tiene derecho a despedirte.
Tan duro, pero tan claro. Lo peor de todo es que de la foto no se infiere con
claridad si Snider en efecto estaba borracha, o se trataba simplemente de una
broma realizada en el marco de una convivencia con sus amigos.
La
“descontextualización” informativa es otro efecto perverso de lo que puede
suceder con todo aquello que subimos a las redes sociales.
El efecto dañino de
la información digital se extiende incluso a las páginas web que ofrecen
“motores de búsqueda”. La más conocida es, obviamente, Google. Los tribunales
franceses sancionaron en el año 2009 a Google porque su función de
“autocompletar” asociaba permanentemente la palabra “estafa” con la empresa Direct
Energie.
Algo parecido sucedía
con la esposa de un alto cargo del Estado alemán, quien había sido
incorrectamente identificada como una exprostituta; una publicación la había
señalado, ofreciendo supuestos detalles de su etapa como trabajadora sexual (se
publicó el alias con el que trabajaba, el nombre y la dirección del prostíbulo,
e incluso las tarifas que cobraba por sus servicios profesionales). Los
tribunales declararon que la información era falsa y sancionaron a la
publicación con una fuerte multa, además de que la obligaron a disculparse
públicamente con la persona afectada.
Desde un punto de
vista jurídico todo quedó arreglado, pero todavía hoy en día, al poner en
Google el nombre de la señora en cuestión el servicio de “autocompletar
búsqueda” ofrece como primera opción la de “prostituta”, causando de esa forma
un grave daño a su honra, derecho a la vida privada y derecho a la buena
reputación.
Lo cierto es que
estamos solamente asomándonos al problema. La primera generación que ha ido
compartiendo con intensidad su vida en las redes sociales apenas está
alcanzando la mayoría de edad.
No sabemos con
certeza de qué manera les va a afectar en el futuro a esos jóvenes toda la
información de ellos y de sus amigos que compartieron en las redes sociales.
Por lo pronto, lo más aconsejable es pensar dos veces si nos conviene subir
ciertas informaciones al mundo digital. Porque una de las características de
internet es que su memoria es infinita: Google nos va a seguir recordando lo
que hicimos aunque ya hayan pasado décadas. Hay que cuidar de nuestro futuro,
poniendo atención a lo que en el presente compartimos con los demás en
internet.
El contenido de este post forma parte de un libro dedicado al análisis de los efectos de las redes sociales y del internet en nuestras vidas. Lo puedes conseguir aqui.