¿Y si gana Duarte?
¿Y si gana Duarte?
Miguel Carbonell.
@MiguelCarbonell
Los procesos judiciales que se le siguen a Javier Duarte
requieren que todos los ciudadanos le demos un puntual seguimiento. No sería
imposible, cabe aclararlo desde un principio, que a la postre Duarte le ganara
la partida a la PGR y a la Fiscalía de Veracruz.
De hecho, todo parece indicar que ya les va ganando, puesto
que de momento está siendo acusado de cuestiones verdaderamente ínfimas, en
comparación con las muchas notas de prensa e informes oficiales de los años
recientes que señalaban un gran desfalco en las arcas veracruzanas.
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Desde el informe de la cuenta pública correspondiente el año
2012, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) ya alertaba de los desvíos
en el presupuesto de Veracruz. Nadie hizo nada entonces, pero la propia ASF fue
puntual en sus señalamientos y terminó presentando en los años siguientes 64
denuncias penales, lo que convierte a la entidad veracruzana en la más
denunciada de todo el país.
Por ejemplo, en el año 2011 ya hubo una primera denuncia por
el desvío de más de 600 millones de pesos que iban a ser destinados al programa
educativo “Habilidades digitales para todos”, mediante los cuales se pretendían
equipar con tecnología digital a más de 3 mil aulas en el Estado. Nunca se pudo
comprobar el ejercicio correcto de ese gasto. En 2013 se “evaporaron” 200
millones de pesos que iban destinados a capacitación policiaca y de los que
nadie sabe dónde quedaron. Del Instituto de Pensiones del Estado fueron
retirados otros 200 millones, sin que se sepa su destino o uso.
En 2015 los desvíos documentados por la ASG rebasaron los 4
mil millones de pesos que se iban a invertir en rubros de educación y salud. En
2016 Veracruz recibió un crédito de mil millones de pesos de Banobras para
construir diversas infraestructuras, ninguna de las cuales fue terminada.
Todavía en los primeros meses de 2017 diversos medios de
comunicación hablaban de la existencia de varias empresas “fantasma” que
presuntamente sirvieron a Duarte y sus prestanombres para comprar más de 30
inmuebles en Miami, departamentos en Ixtapa, la Ciudad de México, Bilbao y
Madrid, un rancho en Valle de Bravo, etcétera.
Pues bien, de todo eso (hasta el momento) nadie ha acusado a
Duarte de nada. Vaya, no le han revisado (que se sepa) ni las declaraciones
fiscales a él ni a sus familiares directos.
Luego de tanta información, suena a chiste que la PGR lo
esté acusando por delitos que involucran unos 200 millones de pesos (aunque su
abogado ha dicho en entrevistas que la “litis” del proceso contra Duarte quedó
fijada en un monto de 38 millones de pesos solamente).
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sobre el nuevo sistema de justicia penal.
E incluso de esa ridícula acusación es posible que se salve
Duarte, en caso de que la PGR no pueda acreditar más allá de toda duda
razonable el origen ilícito de los recursos, las cuentas bancarias de las que
salieron, las fechas de los depósitos y retiros, el destino que se les dio y
los demás requisitos que exige la ley.
Ahora bien, lo dramático (e indignante) es que si ni
siquiera en un caso tan escandaloso como el de Javier Duarte se pueden
acreditar los desfalcos y los actos de corrupción, ¿qué podemos esperar
entonces de los cientos o miles de casos muchos menos conocidos y cuantiosos
que a diario suceden a todo lo largo y ancho del país?
Habla muy mal de nuestro sistema de justicia (en particular
de nuestras procuradurías), que no se puedan documentar los actos de corrupción
y los desvíos de recursos. Hace pocos meses, las autoridades federales perdieron
el caso de la defraudación fiscal contra Elba Esther Gordillo; ¿será posible
que ahora el abogado Marco del Toro les vuelva a ganar defendiendo a Javier
Duarte?
Sería una enorme burla, pero sería todavía peor que a Duarte
se le condene sin pruebas. Por más que nos duela la corrupción y por muy mala
prensa que tenga el personaje (y vaya que la merece), hay que exigir siempre el
respeto al debido proceso legal. Es fundamental que las autoridades federales y
locales actúen conforme a derecho y hagan bien, aunque sea por una vez, su
tarea. ¿Es acaso demasiado pedir?