Abogados que saben argumentar

Abogados que saben argumentar

Miguel Carbonell.



La argumentación es indispensable para el trabajo que hacemos los abogados. Con independencia de la vertiente profesional a la que nos dediquemos, saber argumentar es una capacidad necesaria para cualquier persona que aspire a ser un buen abogado. Es algo con lo que nos vamos a topar en cualquier ámbito de lo jurídico. Es necesaria para los litigantes, pero también –como es obvio- para los jueces, los ministerios públicos, los defensores de oficio, los notarios y hasta para los profesores.

Incluso más: la argumentación es necesaria para la vida en general, al ser un modo de comunicarse con los demás, ofreciendo razones. De hecho, eso es precisamente lo que caracteriza a quien argumenta: su discurso se basa en el ofrecimiento de razones, lo que significa que esa persona ha renunciado al uso de la violencia o de las amenazas para imponer su punto de vista o para lograr convencer a nuestro auditorio.

Cuando se argumenta, se busca convencer o persuadir a nuestro interlocutor de manera pacífica y, por así decirlo, puramente intelectual. Se trata de algo que toda sociedad desarrollada debe valorar e incluso promover activamente.

En los años recientes el interés por los temas relativos a la argumentación no ha parado de crecer. Muchos abogados se dan cuenta de que, en realidad, se trata de la capacidad más importante para destacar en el ámbito profesional. Pero también son muchos (quizá la mayoría) los profesionales del derecho que reconocen que no están bien preparados para desarrollar discursos sólidos desde el punto de vista argumentativo y buscan prepararse más en esta temática. Sobre esto vale la pena señalar dos cuestiones.

En primer lugar, hay que decir que pese a la evidente importancia que tiene la argumentación jurídica en la práctica del derecho, la mayor parte de las escuelas y facultades de derecho no la enseñan. O le dedican apenas un semestre, en el cual casi siempre se le explican a los alumnos algunas de las principales teorías de la argumentación jurídica, pero no se les inculcan las cuestiones prácticas del razonamiento argumentativo, ni los profesores hacen evidente el carácter estratégico que suelen tener los planteamientos argumentativos de los abogados.

Por eso, como se señalaba, muchos abogados buscan perfeccionar sus conocimientos en la materia una vez que egresan de la carrera y se dan cuenta de la debilidad de su formación en cuestiones argumentativas.

En segundo lugar, hay que decir que la capacidad argumentativa es una habilidad que se puede desarrollar mediante el entrenamiento y el estudio. No se trata de algo que una persona tenga o no tenga, sino que es una cualidad “adquirible” mediante el esfuerzo para estudiar, comprender su contenido y aplicar las reglas que rigen el razonamiento jurídico-argumentativo.

Esto es importante enfatizarlo porque pone de manifiesto que, aunque muchos abogados egresen de la carrera con lagunas profundas en su formación argumentativa, pueden paliarlas con posterioridad. Como lo ha dicho el experto norteamericano Anthony Weston: “Dar verdaderos argumentos requiere tiempo y práctica. Reunir razones, formular conclusiones que sean proporcionales a las pruebas de que disponemos, considerar las objeciones… Éstas son destrezas que se adquieren”.

Ojalá que, como gremio profesional, los abogados nos demos a la tarea de elevar el nivel argumentativo con el que desempeñamos nuestro trabajo. La calidad de la justicia y el afianzamiento del Estado de derecho lo exigen con urgencia.

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